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Los insurgentes 

  • Foto del escritor: AV
    AV
  • 29 abr 2024
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 4 mar



Nos quisieron poner en cajas de todas las formas y tamaños posibles. Desde todos los siglos, con distintos nombres y distintos lemas, con distintas banderas y justificaciones.

Nos llamaron brujas, herejes, locos, enfermos, parias, bohemios, raros.

Se nos desterró y socialmente se nos apartó, en nombre de Dios, la iglesia, el progreso, la familia, el binarismo, la heterosexualidad, la profesión, la monogamia y el futuro.

Nos dijeron como que hay que hacer las cosas y las creímos, por mucho tiempo, e hicimos todo lo posible por meternos en esas cajas de mierda, apretadas, frías, finitas, sin lugar para lo plural ni las posibilidades.


Pero un día los tiempos cambiaron, y llegó otro momento… dónde algunas cajas empezaron a desintegrarse de lo viejas que estaban, como por su propio peso pero también por la opresión que se ejercía desde adentro. Y desde sus vértices se formaron nuevos caminos, y paradójicamente, las cajas empezaron a desencajarse.

Se liberaron hendijas, espacios por donde entraba luz y también por donde se podía mirar hacía afuera, lo hasta ahora desconocido.

Y esos seres empezaron a darse cuenta que ya no cabían ahí adentro, y solo empezaron a salirse, ya no entraban ahí. Era algo natural… Pero aún así tuvieron que pelear por eso, porque desde afuera aún los condenaban. Pero, ¿Por qué? se preguntaban, si era algo natural. No podían hacer otra cosa...

Y así lucharon y así siguieron.

Y surgieron otras incertidumbres, otras ideas y nuevas preguntas. Y aparecieron otros, que no solo no entraban en una sola caja sino que, raros, se sentían pertenecer a muchas. Y también sufrieron , y quisieron no hacerlo, pero tampoco pudieron hacer otra cosa. Era casi algo natural...

E igual que los anteriores, lucharon , mucho, hasta que entendieron que el camino no era ajustarse sino armar uno propio, que los incluya y encontrarse ellos mismos en él.

Y así se fueron animando y motivando unos a otros, armaron tribus, crearon nuevos espacios.

Y con ese miedo de sentirse herejes sin cajas ni nombres ni etiquetas salieron al mundo a llamarse «nadie», a crear otros mundos, otras opciones de vida, nuevas historias.

Y parecían valientes, y definitivamente lo eran.

Y se rompieron más cajas, les surgieron más ventanas y más agujeros de vacío donde meter nuevas cosas y dónde mirar hacia afuera.

Y poco a poco muchos más lo vieron, y más lo entendieron y más se animaron y más las rompieron y más se salieron.

Hasta que ya no buscaron encajar en esas antiguas cajas amarillentas, apolilladas cajas de mierda, se dieron cuenta que eran más afuera que adentro. Las cajas seguían estando, sí, pero en sus almas casi habían desaparecido…

Y tuvieron que seguir explicando al viejo mundo de los recuerdos mentales, y peor aún, muchas veces a sí mismos, porque salirse es fácil pero permanecer requiere sabiduría y también soledad, más cuando se decide abrir los ojos se hace difícil luego hacerse el idiota con eso.

No sé puede dejar de ser valiente, cuando siempre lo fuiste. Incluso antes de saberlo ♡





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