
- Es fácil encontrar la paz- me dijo Kaare-. En las montañas, en el bosque, en la soledad, pero eso no es real ni tampoco te pertenece. La verdadera paz interior es poder encontrarla también entre la gente, entre tus cadenas de pensamientos, en el caos de la vida real, en el medio de una calle en Delhi. Esa es la verdadera paz, ese es el logro. ¿O que? ¿Te vas a ir a vivir toda tu vida sola en el medio de la montaña? Eso es justo lo que estaba pensando yo en esos momentos.
11 de diciembre. Parte 2
Volví caminando por el río. Todavía era mi cumpleaños.
Toda la paz y lo que estaba bien de pronto se transformó en llanto. No se como pasó. A veces solo pasa.
Llore casi toda la mañana pasando por muchas emociones: tristeza, desesperación, espiritualidad, emoción, angustia, soledad y luna llena.
Hablé con mi madre simulando que estaba teniendo un cumpleaños normal, en un momento normal, en mi antigua vida normal en Copenhague. Pero nada más alejado de eso. Estaba sola y sintiéndome sola, –o sea aún más sola- atravesando el momento más difícil de toda mi vida y todavía tratando de entender qué mierda hacía acá.
Me quedé mirando el Ganga y la nada al mismo tiempo. Una mujer se acercó y comenzó a hablarme en hindi. Me preguntó si tenía problemas, más bien lo afirmó: –You are in troubles (estás en problemas ...)- me mira de nuevo y se contesta a sí misma– Yes… you are in troubles. ( Si, lo estás) Yo no podía contener el llanto. Quería huir de India, de Rishikesh, del mundo en general y de adentro de mis sensaciones también. Ella seguía hablándome en hindi, yo seguía sonriéndole amablemente y diciéndole que no le entendía nada de lo que me estaba diciendo.
Caminé por una callecita angosta de tierra y ví un cartel humilde que decía “Meditación”. Hay miles de escuelas de Yoga en Rishikesh pero algo ahí me llamó la atención. Parecía una casa antigua. Golpee. Un hombre se acerca. Era un monje. Lo miro . Me hace acordar terriblemente a la cara de mi viejo.
Me dice que pase. Con la desconfianza de quien pretende entrar en una casa ajena le digo que estoy apurada.
Al final paso, pero me siento con la mochila puesta lista para levantarme en cualquier momento.
Me pregunta qué estaba buscando. Le digo que vine a estudiar Yoga y meditación y que necesito encontrar un poco de paz- justo lo que debe decir la mitad del millón y medio de personas que vienen a India. Nada original-.
Me empezó a hablar de balance, con la misma intensidad que los tipos que hablaban con las almas me lo nombraron hace unos meses. Me dijo que la meditación trataba de llevarnos a la pregunta de ¿Quién soy? – ¡Justo lo que necesito!- pensé Me saco la mochila y empiezo a mirarlo con cara de concentración. Soy fácil de impresionar. Bueno, la verdad es que todos nos impresionamos muy fácil cuando venimos a India desperados y por primera vez en nuestra vida nos sentamos a hablar con un monje de túnica naranja.

La casita estaba justo enfrente del Ganga. Se escuchaba el agua chocar con las rocas y también se veían las montañas. Me dice que el Yoga son más que simples ejercicios, que la gente perdió el verdadero significado pero que es mucho más profundo que solo ejecutar posiciones. Me empieza a contar de las 8 ramas del Yoga: Yamas (principios éticos), Niyama (prácticas personales), Asanas (posturas físicas), Pranayama (control de la respiración), Pratyahara (retiro de los sentidos), Dharana (concentración), Dhyana (meditación) y Samadhi (iluminación, el estadio final). Me hablo de cómo el Yoga se transformó cuando llegó a occidente. Quizás porque nuestras cabezas no estaban preparadas y no pudieron asimilarlo, entonces lo resumieron a lo que sí entendíamos como una regla de tres simple y quedó solo lo físico, lo material, lo que se ve. Básicamente lo que le importaba al mundo capitalista del “Orden y el Progreso”. El resto fue nada, ni siquiera quedó como algo confuso, solo se transformó en nada, porque básicamente desapareció. Nada o poco nos llegó de las conductas sociales, de las reglas del cuidado hacia nosotros mismos, del manejo de nuestra energía, del prana y del objetivo de la meditación como el camino hacia la felicidad.
Demasiado místico para nosotros los dueños de la mente. Y así perdimos la esencia, el significado, el porqué y el para qué estamos haciendo todas esas posturas complejas que pensamos que el Yoga es.
– Ahora la gente dice Yoga y piensa en asanas, pero ese es solo un paso en el camino hacia la liberación. Se volvió un deporte, un ejercicio físico y así se perdió su mayor riqueza, el verdadero sentido.
Él hablaba. Yo lo escuchaba.
En un momento me dijo que ya estaba por hoy, que me vaya, me relaje y Shanti Shanti ( paz, paz). Me dice que vuelva mañana a las 9 am y que me va a enseñar a meditar.
Le pregunto cuanto cobra. Desde que llegué a Rishikesh siento que la comercialidad, las promesas de sanación y la masividad de la oferta arruinó bastante la mística de encontrar algo serio. La mitad de los que se me acercan para compartir algo espiritual intentan venderme algo y a veces cuesta mucho encontrar la forma de conectar con alguien más allá del dinero.
Él monje me dice que es una donación. Me gusta. Es el primero que no me pide dinero.
Me da confianza. Le digo que vuelvo mañana.
Entre tanto, recibo una llamada de Kaare- mi gúru danes- por mi cumpleaños.
Últimamente él es la persona con quien más compartí todo este viaje. Él me recomendó lugares a donde ir, experiencias para hacer, me hablo de espiritualidad, me contó del Vipassana y me explico que es un Ashram. También organizó una cena de despedida con comida india contándome de los dioses hindúes con una filmina de imágenes de dibujitos uno por uno, respondiendo las mil y un pregunta sobre el proyecto “Ir sola a India” y hasta me tiró las cartas del Tarot antes de venir con cara de excitación y misticismo, como un niño adentro del cuerpo de un hombre danes adulto.
Él estuvo mucho tiempo en un Ashram en Kullu, un pueblito en los Himalayas indios. Vivió casi 10 años acá estudiando meditación y las diferentes tradiciones filósoficas. Tiene su Guru Indio que es un viejito que vive en un pueblo remoto en el medio de la montaña y ama cada rincón de India con todo su ser. Él es la persona más espiritual que conozco. Mientras él me contaba eso, yo me lo imaginaba en una cueva en el medio de la nieve, al estilo Christopher Nolan en Batman cuando hace el entrenamiento Ninja. La verdad es que muchos monjes hacen eso con un entrenamiento arduo trabajando por años con la respiración, pero por supuesto no era el caso de Kaare. De cualquier manera esa era mi imagen mental antes de llegar acá, bastante diferente de como era en realidad. El punto es que su corazón vibra tanto India que convence a quien sea.
Me dijo feliz cumpleaños y me pregunto como estaba. Intente transmitirle con paz y esperanza que estaba como la mierda, en una crisis de ansiedad y desesperación. Le dije cómo me sentía, que me quería ir al medio de la montaña y escaparme de esta ciudad, de las motos, del ruido, de los turistas, de los vendedores de turistas y de la contaminación sonora y visual. Con toda la paz y el entendimiento que lo caracteriza, me escuchó como si le dijera que el día estaba caluroso. Hizo una pausa y comenzó a hablar.
– Es fácil encontrar paz en la paz, en las montañas, en la soledad… pero eso no es real ni te pertenece. La verdadera paz interior es poder encontrarla también entre la gente, entre tus cadenas de pensamientos, en el caos de la vida real. Esa es la verdadera paz, ese es el logro. ¿O que ? ¿Pensás vivir toda tu vida sola en el medio de la montaña? Eso es justo lo que yo estaba pensando en esos momentos. –La verdadera paz es poder encontrar la paz adentro tuyo, a pesar de todo lo que pasa a tu alrededor. Estar en el medio de una calle en Delhi, poder sentarte en un banco, cerrar los ojos, meterte hacia adentro y encontrar tu centro: tu propia paz. La sensación hermosa que sentiste allá en las montañas se desvanece cuando hay algo que la perturba, porque no es real. Esa no es tu paz, eso es solo estar un tiempo en un lugar pacifico con su propia paz. Es una fantasía temporal pero eso no pertenece, no es tu logro y se desvanece tan rápido como te salgas un poco de ahí. Tenía sentido lo que decía, por supuesto, pero en este momento yo solo quería el efecto placebo.
Lo escuchaba atenta pegada al teléfono como si fuera un abrazo.
Estoy en crisis, tratando de controlar mi ansiedad entre bocinas 24/7 y gente que se acerca a hablarme por todos lados.
–¿Por qué mierda no me fui a la montaña?– pensaba repetidamente.
No se porque pensaba que India me iba a dar automáticamente lo que estaba buscando. Me da algo de consuelo sentirme en el camino correcto. Ahora puedo seguir llorando pero con un poco más de orgullo y la frente más alta, en una terraza hermosa con vista a los Himalayas.

Lo único que podía ver mi mente era el caos, así que todo lo que podía hacer era aceptarlo y sentarme a ver el caos. Aún seguía mirando a la nada desde la terraza, con el ceño fruncido y un sentimiento de resignación. Entre todo eso, veo a un “Sadhu”, los monjes vestidos con túnica naranja que dejan todas sus pertenencias y se entregan al camino de la austeridad y meditación. Iba caminando por la vereda que no existe, entre vacas, motos, monos, ruido, gente, India. Lo miro desde la distancia y lo veo como si estuviera iluminado, brillando entre todo ese desorden, el ruido, emanando quietud, como si parara el tiempo mientras caminaba. Como una película.
¿Será que así se ve la paz? ¿Un punto estable sostenido en la anarquía de los movimientos?Un momento, solo la perfección de un momento, que pasa rápido pero también nos muestra un punto a donde volver. Lo miro y el tiempo se detiene. -¿Cual es su puto secreto? – pienso.

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