
Hay una India hermosa, que es luz, que es profunda, que es pacífica y es lo que nos atrae como abejas a la miel. Hay otra India que es dura, inequitativa, rígida, cruel, machista y violenta. Muchas veces despechada y con mucha frecuencia los límites entre ambas no están bien delimitados y conviven juntos, en el mismo lugar e incluso a veces en las mismas personas. La primera obnubila a la segunda. Ojalá la energía de tantos iluminados en estas tierras nos enseñe a entender la Otra India. Ojala tengamos la valentía y la fuerza para poder dar luz a la Otra India también y no mirarla solo de costado.
–¿De verdad te sorprende?– me dijo Sarah, mi amiga francesa.
Que alguien tuviera que llevar una escoba para borrar sus pisadas me había parecido abominable en todos sus sentidos, así qué aún me estaba recomponiendo del sentimiento de esa representación.
Raamez era amigo suyo.
– Claro, es que vos te quedaste muy obnubilada con India…
Era verdad. Su misticismo me había atrapado desde el principio y en el estado emocional en que había llegado a India, sólo podía acercarme a la luz.
–La verdad lo que me ha sorprendido mucho es que si bien hay muchísima pobreza y marginación no he visto la delincuencia, inseguridad ni violencia a la que lamentablemente nos acostumbramos en Latinoamérica. Esa sensación constante de “vivir con miedo” que se te instala en la mente como un fantasma del que empezás a hacerte amigo porque no hay otra opción.
Yo me había preparado mentalmente para todo antes de venir acá, como quien se acerca a un terreno desconocido, hostil y remoto. Acarreaba los mismos miedos que todos tenemos y me sorprendió mucho caminar y poder sentirme “tranquila”, incluso más que en mi país.
-Acá también hay violencia- mucha- lo que pasa que somos foreigners ( extranjeros) y nos movemos un poco en una burbuja. Uno no ve lo que no quiere ver o lo que tus privilegios no te permiten– Cuanta razón en esa frase, pensé- Acá no ves la tele y no lees los diarios como en tu país, entonces no te enteras de lo que realmente pasa, pero te puedo asegurar que no es tan así como vos pensás…
Sarah tenía razón.
No veía la tele ni leía los diarios, por supuesto, todo está hindi y tampoco he estado en lugares con tele. Simplemente tenía una visión occidental extremadamente dramática como muchos de nosotros y la realidad no se sentía “tan” amenazadora como pensaba.
Por el contrario, la gente era extremadamente amable y dispuesta ayudarte siempre.
“El país donde trafican órganos”, me aterrorizaba mi madre por teléfono cuando le hable de India. Como si en Argentina lamentablemente eso no ocurriera.
Obviamente me cuidaba como en todos lados, pero la sensación de tener que ir protegiendo mis pertenencias a cada paso y la precaución de no confiar absolutamente en nadie se me había ido descontracturando un poco. Si tomaba todos los recaudos culturales pertinentes- que obviamente eran varios y estaban más relacionados al ser mujer y a como serlo en India específicamente– podía caminar tranquila sin sentirme atemorizada.
–¿No sentís eso vos?- le pregunté a Sarah, dándome cuenta que quizás eso era solo una percepción mía. – Puede ser… pero acá hay otros miedos. Como mujer, la violencia sexual acá es terrible. Ser victima de una violación acá me da miedo.
Ahí coincidimos. Imposible no sentirte expuesta a las miradas, a la masividad y superioridad de los hombres acá. La cultura machista es ley. La energía masculina es fuerte y predominante, y dependerá de cada unx y de cada situación el desenlace de cómo esto se resuelve.
La vestimenta, las sonrisas y las excentricidades a las que estamos acostumbradxs pueden- muy probablemente- malinterpretarse. No en todos lados, no en todas las esferas, pero sí que hay que ser cuidadosxs al respecto. Yo soy la señorita Frutillitas: social, sonrisa fácil y extremadamente amable. India últimamente me venía dando un par de lecciones. Luego ves a las mujeres modernas de Bombay o Delhi con su carácter fuerte, sus rasgos rígidos y cortantes y entendés un poco más como se manejan las cosas acá y cómo las mujeres no bajan la guardia.
Yo viajaba sola, entonces siempre solía vestirme al estilo Indio, con remeras con mangas, ropa holgada y adoptando el pañuelo en la cabeza como las mujeres aquí, como si eso pudiera protegerte un poco de las miradas. La verdad que lo hacía bastante. Primero reduce tu espacio corporal para ser mirada y luego también reduce tu espectro de visión. Como si pudieras enfocarte más en lo que tenés adelante y menos en las miradas que vienen hacia ti desde los costados. También te hace sentir un poco menos turista y menos blanco fácil, así que rápidamente se convirtió en una comodidad. Así y todo, existir siendo mujer en India es una experiencia a transitar y a atravesar.

Incluso tomando los recaudos, he sufrido algunos avasallamientos corporales. También intenciones, energías, violencias implícitas y explícitas y la señal de cuidado en la mente que fácilmente, a veces, roza la de miedo. Ahí sí podes volver a sentirlo.
Paradójicamente- o no- los espacios de Yoga, donde hay asimetría de poder entre alumnxs y maestros muchas veces son terrenos propicios para que estas cuestiones tan normalizadas en la sociedad aparezcan, embistiendo por supuesto al más débil, nosotras.
Soy latinoamericana y mujer, y lamentablemente por mucho tiempo estuvimos algo acostumbradas a eso. A las miradas, a los piropos, al acoso callejero y a violencias varias. Sin embargo, gracias a la gran lucha feminista de los últimos años que nos enorgullece tremendamente, a lo que no estamos acostumbradas ahora es a tener que callar y acá en muchas ocasiones no hay otra opción que agachar la cabeza y tener que callar. Porque es demasiada la energía, porque no sabes que hacer ni como defenderte, porque nadie te protege, porque estás sola, o por miedo, como en todos los lugares del mundo.
Por cuestiones personales, reales o de tu propia historia.
El miedo… que nos hace reducir nuestro tamaño corporal aceleradamente, volvernos ínfimos y dejar pasar.
El mismo miedo que nos paraliza y nos condena y el mismo miedo que queremos combatir, pero muchas veces no encontramos la fuerza.
–Y eso que sos blanca– agregó Raamez-. Eso te da cierta inmunidad. La piel blanca acá es considerada pura para mucha gente. Ser blanco es un privilegio muy grande, entre los indios y los no indios también.
Lamentablemente y a pesar de los tiempos “modernos” de las sociedades, el color de la tez aún sigue marcando posiciones sociales, como en casi todos los lugares. Como en el resto del mundo, como en Argentina también, aún sigue siendo una etiqueta de status difícil de conmover.
-¿Cómo es para las mujeres indias?-pregunté.
– Ser una mujer India no es fácil tampoco, “is a bit tricky” (es un poco tramposo)
Ser mujer en cualquier sociedad siempre es un poco tramposo- pensé.
Como ya se sabe, la posición de la mujer y del hombre en India no es igualitaria y eso se observa a simple vista en la cantidad de hombres que ves en las calles y la cantidad de mujeres que no ves. No es tan común ver mujeres indias tradicionalistas en modo “de ocio” divirtiéndose por ahí como lo hacen los hombres. Ellas están trabajando duro en sus hogares y en los quehaceres domésticos, que muchas veces se extienden a trabajos pesados. Cargar pastizales enormes en sus cabezas, canastas con la siembra en sus hombros o arriar el ganado. – Las mujeres son las que más trabajan acá– me dijo Ilo una vez, y era verdad. El lugar de las mujeres está subordinado al de los hombres y aunque han habido muchos cambios principalmente en las ciudades grandes, en las familias más tradicionales o los pequeños pueblos estas cuestiones arraigadas también se mantienen. Los hombres en las calles y mujeres de la casa para adentro. Van con sus hermosos Saris, esas telas coloridas, algo complicadas de usar que para muchas es culturalmente obligatorio. Dependiendo del estado de India donde estés, las verás más o menos tapadas, casi siempre con su dupatta, el chal que colocan para cubrir su cabeza- y en algunos lugares de India la cara entera también. No todas las mujeres indias lo usan diariamente, entonces eso también marca una posición y un lugar cultural para ellas dentro de la sociedad. Los casamientos arreglados siguen rigiendo en muchísimos lugares. Aún ser soltera es un pecado y un estigma y esa es la pregunta crucial que todos te hacen cuando llegas a India tengas la edad que tengas, aunque te acaben de conocer hace medio segundo. -¿Estás casada? ¿ No? ¿ Por qué? Tener relaciones antes del matrimonio no está para nada bien visto y el divorcio es una ofensa tremenda con efectos para todos los integrantes de la familia. La obligación del matrimonio se transformó en un deber a resolver, que muchos quieren solamente sacarse de encima como sea para continuar con su vida y tener el camino más allanado con menos cuestionamientos. Mandato social cumplido, estructura, orden y sexo, sin demasiadas preguntas sobre la naturaleza del amor- no por lo menos de la manera en que nosotros lo vemos.-
Aún les está prohibido a los médicos decir el sexo del bebe antes de que nazca por las preferencias por el sexo masculino, debido al "dote" y demás cuestiones culturales. Imaginense porqué.
Por suerte India es enorme y todo cambia mucho si estás en un pueblo, en una ciudad progresista, en una familia tradicionalista o en los ambientes híbridos de extranjeros donde las culturas empiezan a mezclarse y descontracturarse muchísimo. También dependerá de la casta a la que pertenezcan lo que marque su estilo y su formas de vivir, pero aún pueden sentirse los resabios del peso de una estructura familiar muy dogmática y determinante. Hay muchísimos indios excesivamente cool y hay muchísimos rincones que se han quedado en las sombras de un pasado terrible.
Como turista el cuento es otro, pero todavía aún nos hace preguntas y nos confronta a otras realidades que nos son difíciles de entender.

La tercera vez que llegué a India había estado en boca de todos una violación brutal a una turista española que viajaba en moto junto a su novio. Ella fue atacada por 7 indios en Jharkhand, un pueblo cerca del estado de Bihar. Obviamente antes también había escuchado cosas y situaciones, pero probablemente en ese momento no podía verlo tanto.
Después de un año en India pude percibir muchas cosas que antes no podía. La primera vez que llegué estaba completamente capturada por la espiritualidad, la filosofía y el misticismo indio, como todos. Necesitaba a más no poder pureza y sanación- como la mayoría también-, así que solo me acerque a la luz como las luciérnagas. Ahora puedo ver más amplio, con otra distancia y más perspicacia. Ahora puedo mirar con otros ojos lo que ya había visto, pero no había aceptado del todo. Que es real, que es cuento, que es consumismo espiritual y cuáles son las mascaritas para turistas que como anzuelos nos llaman la atención por todos lados. Que es luz, que es oscuridad, qué es trascendencia, que es chamullo y cómo acercarte a cada una de ellas. No siempre funciona a la perfección, pero por lo menos el ojo se va afilando un poco.
Hay una India hermosa, que es luz, que es profunda, que es pacífica y es lo que nos atrae como abejas a la miel. Hay otra India que es dura, inequitativa, rígida, cruel, machista y violenta. Muchas veces despechada y con mucha frecuencia los límites entre ambas no están bien delimitados y conviven juntos, en el mismo lugar e incluso a veces en las mismas personas.
La primera obnubila a la segunda. Como cuando uno enciende una vela en un cuarto oscuro: casi todo se ilumina. Casi todo. Luego de un tiempo, uno empieza a mirar en los rincones y abajo de la cama también.
La luz-paz es demasiado fuerte y aparece como la tierra prometida en nuestras almas, que sedientas de significado nos hacen pasar por alto la otra India. La más dura.
Ojalá la energía de tantos iluminados en estas tierras nos enseñe a entender la Otra India.
Ojala tengamos la valentía y la fuerza para poder dar luz a la Otra India también y no mirarla solo de costado.
No es fácil. Es una cultura muy diferente y ahí empezamos a pensar hasta dónde podemos aceptar las particularidades culturales sin levantarnos hacia ellas. ¿Cómo juzgarlas desde otros ojos que no entienden nada de eso y con qué autoridad? ¿Dónde están los límites? ¿En el punto en que se llevan por delante los derechos humanos, podríamos pensar?
Meryl Streep habló de la situación de las mujeres en Afganistán, diciendo que un gatito o un pájaro tienen más libertad para salir a la calle o correr por las plazas que las niñas y las mujeres bajo el régimen talibán. Cómo no pensar en India también, y en tantos lugares de Asia y África en general, viendo todas los avasallamientos culturales que estamos a miles de años luz de entender.
¿Diversidad cultural o abolición de derechos? Lo que es seguro es que India no puede dejarte indiferente, no puede no tocarte las entrañas y no hacerte parar un poco a reflexionar. A veces encontramos mejores respuestas, a veces no son tan sencillas.
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