
El segundo día desayunamos en la terraza de la Guesthouse desde donde podíamos ver el río. Las telas de los saris de todos colores secándose al sol bailaban desde lo alto de los balcones.
Tomamos el segundo desayuno con Ilo, su primo y Marco, el chico del Bang Lassi.
El pan era casero, estaba hecho tostada y nos habían dado manteca. No había tenido un desayuno estilo occidental desde hacía un mes, solo thali y frutas.
-¡Un desayuno que parece desayuno!– pensé-. Este lugar es la perfección.
La Guesthouse era una casa humilde con pocas habitaciones y un restaurante a la calle con buen café. La mayoría de los que la habitaban eran locales. Su familia, un vendedor de momos callejeros- un plato típico nepalíe- y un argentino que estudiaba música clásica india y tabla, un instrumento de percusión indio parecido a un bongó. Un hombre mayor de unos 80 años subió a la terraza a colgar su ropa, sonriendo con sus ojitos pequeños y sus ropas antiguas.
-Me encanta esta ciudad. Esa bruma que hay en el aire le da una magia tan particular…
-El Smog– contestó Marco- no es ninguna magia de nada, es el Smog. ¿Sabes la cantidad de Smog que hay en esta ciudad? 400 puntos- se autorespondio.- ¿Sabes lo que quiere decir eso?
-No- respondí con total soltura e ignorancia. -Air Quality 160 points– exclamó con aires de superioridad- Cualidad del aire 160 puntos. Eso equivale a una notificación en tu celular que dice “Cuidado, no salgas de tu casa” y no estoy siendo sarcástico, es real joder, dice eso. Hay una aplicación que te dice los niveles de smog que hay en cada lugar y los cuidados que deberías tener de acuerdo a ello. Acá dice: “Hoy no salgas de tu casa, cierra las ventanas y mantente dentro. Alerta si tienes enfermedades pulmonares. No apto para practicar deportes al aire libre ni para gente sensible”. ¡Es cierto, mira!– y me acerco el celular para que lo corroborara. Era verdad, decía eso.
Evidentemente, se ve que no pude disimular mi cara de extrañeza. Wow…Me quedé pasmada. No tenía idea que había una App que te decía los puntos de smog y te daba un consejo inteligente. Para ser honesta, lo primero que me sorprendió fue la cantidad de personas que necesitan vivir con la precisión de estos datos, que se toman el tiempo para obtenerlos y lo lejos que estoy yo de todo eso. Información, estadísticas y números. Ahí me di cuenta que yo vivo en mi propia burbuja, donde ni el Smog llega.

La gravedad del Smog fue un dato que no tenía. Me sorprendió, por supuesto, pero creo que ya mi mente había naturalizado que estábamos en un terreno peligroso, así que lo había invisibilizado y tomado como algo irrelevante. Hacía un tiempo ya me había hecho la idea que estar acá conllevaba sus riesgos y de momento la preocupación por los monos y cómo sobrevivir a ellos se llevaba toda mi atención. El smog estaba en segundo plano. Lo de la aplicación sí me pareció sorprendente y me implantó la semilla de la curiosidad acerca de cuántos puntos había en Argentina o en Copenhague, la ciudad de la gente sana, los molinos de viento y las bicicletas. La necesidad de las comparaciones humanas.
Y obviamente, aquí los datos de colores para los curiosos (reales) :
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Varanasi: Severo. Varía entre 120 y 160 puntos según los índices de IQAir y entre la sentencias “Perjudicial para grupos sensibles”, “perjudicial en general “ y “Use barbijo para salir a la calle”. La concentración de PM2,5 en Benarés es actualmente 13.3 veces superior al valor guía anual de calidad del aire de la OMS. Si, 13.3 veces superior, leyeron bien. Y ahí estábamos nosotros, en la terraza, saboreando nuestras tostadas con manteca y smog pero ahora siendo conscientes de ello.
Buenos Aires: Buena a moderado, varía entre 32 a 60 puntos. La concentración de PM2.5 en el aire de Buenos Aires es 1.5 veces superior al valor guía anual.
¡Bueno!…no tan mal, pensé.
Copenhague: Bueno, varía entre 6 y 30 puntos.
La concentración de PM2.5 en el aire de Copenhague actualmente cumple el valor anual de las directrices de calidad del aire de la OMS.
Y si…era obvio.
Conclusiones: Ningún indio usa barbijo pero deberían; los argentinos no estamos tan mal como todos pensaríamos y Copenhague sigue siendo la burbuja de cristal que todos ya sabíamos que era. Los Daneses continúan siendo casi perfectos.
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Mientras tanto en la terraza de Varanasi…
– Acá todos los locales dicen que es neblina. La app del tiempo también, dice “Fog”…
-¡¿Que fog ni fog ?!– exclamó Marco-, no es neblina…¡escuchame! Entonces qué, ¿hay neblina todas las semanas? ¿todos los santos días? Aparte, mirá para arriba ¿ves neblina? El cielo está celeste, pues que ni una nube. Lo que vemos aquí es contaminación, una contaminación atroz, pero no neblina, vamos, no me jodas tía…- Marco es de España, todo tiene más gracia cuando él lo dice.
-¿Pero la gente que vive acá qué dice?– pregunté inocente y para seguir dándole cuerda a su monólogo con tono andaluz espectacular.
–¡Que es neblina!- contesta indignado-. Desde que llegué me apareció una carraspera impresionante en la garganta, mira…( tose ) ¿puedes escucharlo?
–Si yo también la siento eh, desde que llegué…Fue automático- respondió Ilo. Ilo vive en Rishikesh hace varios años, una ciudad en el norte de India, en la base de los Himalayas, de aire puro y río limpio- Es increíble cómo se siente la diferencia del aire, es verdad, ¡mirá! ( tose también)
– Acá la banda de sonido de la ciudad son los escupitajos, ¿no te diste cuenta?- me dice dirigiéndose a mí que aún seguía iluminada por la resolana mística- Escupitajos fuertes, nivel vómito. Esos que arrancan de lo profundo de la garganta, esos que duelen...- Todos reímos- Vivir acá te saca un año de vida, mínimo. Y eso que yo no fumo, pero imaginate si fumas…El porcentaje de muerte se duplica, o quizás se triplica. Ya está, ¡te morís seguro!
-¿De algo hay que morirse ,no? Si vivís acá y encima fumas, ¡ahí sí que estás jodido eh! Pero bueno, ya estás acá, ¿dónde mejor? Estás a unos pasos del crematorio sagrado, tu familia ni te tiene que trasladar, no jodes a nadie…casi una muerte digna.
Las risas en esa terraza mágica mirando el Ganges con el sol en la cara no daban cuenta del smog. En mi mundo, Varanasi seguía siendo tan mágica y pacífica como su niebla mística.
-Pero entonces ¿qué haces acá hace dos meses y medio?- le pregunté al gran Marco.
-Yo ya lo sé, lo acepto y lo sigo eligiendo. Prefiero morirme unos años antes pero disfrutar de la vida. Me gusta estar acá, no se que es pero me gusta...

Salimos a caminar a la “ciudad vieja”. Si, una parte aún más antigua dentro de una ciudad antigua. Un verdadero laberinto para perderse. Eso hicimos, nos perdimos en sus calles sin vereda, lo suficientemente angostas como para que no entren más de dos personas caminando a la par.
Casas en ruinas, templos de la edad de oro con ventanas inmaculadas al Ganges y mini-santuarios con humo de incienso por doquier, como si fueran reliquias. Casitas de un metro ancho, ambas: la fachada y la casa en general, inclinadas por los años, con grietas que daban cuenta de su edad entre paredes y puertas desniveladas casi a punto de derrumbarse, pero no… India, jamás lo entenderías diría un amigo.
En cada manzana cabían decenas de casas que era imposible de delimitar por lo zigzagueante de sus calles- las mismas que tiraron abajo para construir un templo moderno extremadamente gigante al estilo de Jerusalén, con entradas costosas y una escalera mecánica para ir a rezar-. Paradojicamente, eso es lo que delimita la entrada a la ciudad vieja.
En las calles solo pasaba una vaca a la vez, y por supuesto- y principalmente por tu bien-, debías darle prioridad. Una vaca me cuernio en el abdomen cuando le pase cerca mientras comía. ¡No tenía otra opción!… ¡No hay lugar mi amiga! Pero en la jungla es la ley del más fuerte y en India te das cuenta muy fácilmente quién llegó primero y como la naturaleza se cobra la igualdad natural que le hemos robado. Me asusté, de verdad . Me dolió. Sentí la muerte cerca.
-Ché esto es peligroso- le dije a Ilo mientras se reía de mi cara pálida.
– No pasa nada, la próxima no les pases tan cerca.
-¿EH? ¡mira las calles! ¿Por donde querías que pase?…– me sentí indignada. Ahí empezó a gestarse un nuevo temor hacia las vacas de gran tamaño y cuernos en conjunción con las calles angostas de India, temor que se sumaba al de los monos en todas sus formas y espacios- sobre todo cuando tomaba mate al aire libre o llevaba alguna banana en la mochila-. -¡Ilo esto te puede matar! Me podría haber levantado en el aire como un papel.
Ilo se reía, sin tomar en serio la gravedad de la situación. Pasos más adelante venía una vaca corriendo como un caballo salvaje por una de las callecitas. Nunca estuve en una corrida de toros, pero eso parecía. No había espacio para entrar a ningún lado, así que empecé a correr desesperadamente intentando mantener el control que obviamente no tenía, hasta encontrar un lugar donde poner a salvo al menos la mitad de mi cuerpo. Después de unos segundos de caos encontré una puerta con algo de relieve hacia adentro y me pegue a la pared como los dibujitos animados. La vaca pasó. Yo empezaba a ser más cuidadosa y tomarme los peligros potenciales de India un poco más en serio.

Después de caminar un rato, llegamos a una calle principal de un tamaño más considerable y ahí apareció el ruido y el caos de Varanasi del que todos hablan… la sinfonía del infierno. Cientos de motos tocando bocina simultáneamente, cargando cosas que no te imaginarías que una moto podría llegar a cargar, pero tus ojos acá desafían las posibilidades físicas de las probabilidades. Vi una moto cargando 6 ruedas de camión a ambos costados del conductor formando una especie de ábaco móvil. Me dejó boquiabierta, podrían gobernar el mundo si quisieran… Motos adaptadas a puestos de comidas, Tuc- Tuc, más bocinas y los carros de los vendedores de frutas mostrando su mercadería fresca. Vehículos, transeúntes, vendedores, sadhus sentados a los costados del camino con sus luncheras de limosna, vacas y cabras también, todo eso junto en una calle sin veredas. El ruido era impresionante. Así y todo, para mí se volvía cada vez más natural. En vez de irritarme me hacía reír. Antes de llegar a India, me sentía anestesiada, inmutable, muerta. Rogaba por sentir algo. Acá me deleitaba con las imágenes más descomunales a cada rincón. Imposible no sorprenderse, imposible no sentirte vivo. ¿Estás aburrido? ¿Necesitas algo de acción?…¡Vení a India! Al igual que el resto de Asia, pareciera como que toda la vida transcurre afuera, en las calles. Eso me encanta. Es como una obra de teatro pero de vida real. Escenas, personas, movimientos, historias… Contacto y comunicación humana. Pasaban cosas por donde mires, pero así y todo, caminábamos con libertad. Estaba lleno de gente, había peligros potenciales a cada paso pero nada sucedía.

-¿Acá es seguro?– le pregunté a un amigo indio tiempo atrás en un garaje mientras guardaba mis pertenencias en el baúl de su auto. Se río.
-Acá nada es seguro, pero nada pasa. Es India…
Me sentía tranquila, como caminando por algodones, como intocable. Todo era caos, pero paradójicamente caminar en medio del caos se sentía pacifico. No le encuentro mucha explicación, quizás sean solo sensaciones.
¿Será que ver tanto desorden “afuera” es menos disruptivo para mi caos mental ?
Nada me sorprendía, como si mi alma hubiera estado ahí antes. Como una especie de normalidad extraña. Sin duda, Varanasi fue el lugar más increíble que visité en toda mi vida.
–Mira… ¡grita!– me dijo Ilo. Las dos nos paramos firmemente en el medio de la calle y gritamos fuertisimo, con todo el aire de nuestros pulmones:
– ¡AAAAAHHHHHHHHHHHHH… !!!!
Nadie se alarmó. Nadie pero nadie realmente se dio vuelta. El sonido en las calles de India lo tapaba todo. Nos reímos.
Los peligros extraños y reales rápidamente se vuelven tan naturales como mirar a ambos lados al cruzar la calle. Monos que roban tus pertenencias y se burlan de la condición humana. Vacas que no controlan el tamaño de su cuerpo. Toros paseando libremente como perros callejeros. Cabras “locas” que atascan entradas y topetean a quien les haga frente. Tigres que salen a pasear por la noche. Ratas que caminan curiosas en las paredes de los restaurantes. Todo eso se vuelve una posibilidad y una precaución. Nadie te avisa de la seriedad de estas cosas. Todos le sonríen a los monitos y les sacan fotos mientras intentan darles de comer… Antepasados del mal.
-Si, bueno, las vacas lastiman gente de vez en cuando.
-¿Ese no te pareció un dato más importante que el índice del smog amiga?

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