
Hoy fue un día diferente. Pude meditar. Sentí algo de paz en medio de mi mente inquieta y la ansiedad que me torturaba hace meses. Camine con la frente alta, con mi tridente rojo en el entrecejo sintiéndome una más de India. Estaba atravesando la tormenta, poco a poco, como decía Kaare. Mi cuerpo quiere empezar a limpiarse de alguna manera. Yo estoy tratando de ayudarlo.
20 de diciembre
Exploro “la otra Rishikesh”, del lado de Tapovan. Estábamos separados por un puente en construcción que dividía ambos lados del Ganges. Tres puentes cruzan el río de lado a lado y comunican las dos orillas y los espacios que la rodean. Uno de los puentes hace un año que está en remodelación y todavía se espera un año más. Entonces solo se puede cruzar de un lado a otro en un botecito público que cierra a las 17.30 - supongo que porque no tiene luces nocturnas- o dando una gran vuelta caminando. Eso hace que este lado, el de Laxman Jhula este un poco incomunicado y que moverse de acá para allá se vuelva un poco tedioso.
Los locales dicen que quieren hacer un puente moderno con el piso de vidrio, como una vitrina para ver el Ganga desde arriba. No me lo imagino. Estos puentes colgantes son característicos de Rishikesh y casi una reliquia. Los parantes de metal a ambos lados se mueven como una hamaca cuando caminas sobre él- vos y el centenar de personas más que cruzan con vos al mismo tiempo-. Está minado de gente como todo India y parece que se va a desarmar, pero no. Tiene la magia de la ciudad y combina perfecto con el estilo hippie y místico de todo el resto.
–¿Un puente moderno? – le pregunto- ¿de vidrio? ¿Dónde estamos, en Sidney? ¿Dónde van a colgarse los monos en un puente de vidrio? ¿Qué pasará cuando las vacas caguen en el piso vidriado? Que combinación extraña. Me quedo con los viejos tiempos, casi siempre, aunque el modernismo nos siga pisando los talones.

De mi lado, Laxman Jhula está lleno de turistas que vienen a estudiar Yoga yendo de un lado para el otro con sus mat por lo que duran unas tres semanas. Entonces los locales están al acecho y te ven con el signo dolar impregnado en la frente.
El otro lado del puente, el de Tapovan, es más real. Hay colectivos, escuelas y gente viviendo rutinas más cotidianas. La energía fluye de otra manera.
Acá me siento más local. Regateo y compro en los puestos de la calle jengibre y limón para hacerme mi propio té. No se cuanto tiempo voy a quedarme en India pero sé que voy a vivir acá por un tiempo hasta que resuelva lo que vine a resolver- y entiendo que eso llevará un tiempo largo-. Así qué ya peleó precio como si viviera acá y me rió en forma burlona cuando me inventan un sobreprecio exagerado.
El día siguiente del partido mientras volvía a casa encontré algo parecido a un templo pero completamente abierto. Dos locales que estaban en la puerta me invitaron a entrar como es costumbre acá. Pienso en seguir caminando pero algo me hace voltear de nuevo, así que entré. No me había dado cuenta pero hacía una semana que estaba en India y aun nunca había entrado a uno. El lugar era una gran terraza al aire libre, con varios pisos y balcones que daban a las orillas del verde Ganga, pero muchísimos metros más arriba de él. 17 pisos,- ¡si! diecisiete pisos-, que iban desde el río hasta donde yo estaba parada.Todo pintado en rosa pastel con varias construcciones con forma de pirámide para canalizar las energías. La vista al Ganges desde ahí era inmensa y un privilegio. Hermosa y pacífica. De noche las luces rosas lo iluminan todo y las puntas en pirámide parecen llegar hasta el cielo y abrazarlo, como el resto de los templos de la ciudad.

Un monje me hace señales para que lo siga. Me hace subir un pequeño santuario, me pide que me siente y que le acerque la mano. Le hago caso- siempre le caso a los monjes con túnicas, como un gatito que es agarrado del lomo y solo se deja llevar- Me dice unas frases en hindi y me empieza a atar unos hilos rojos y amarillos en la muñeca a modo de pulsera. Mientras empieza a trenzarlos me pregunta los nombres de mis padres y de mi pareja. Le nombró a Joan. Joan ya no es mi pareja, ya no se que somos pero nos seguimos amando. Aún seguimos hablando cada algunos días y le voy contando lo desesperada que me siento con un poco de disimulo y resignación. Todavía lo amo, así que siempre está presente en mis rezos de amor, con la excusa que sea, aunque mi cabeza solo haga cortocircuitos de “estupidez compleja”, como diría Malena Pichot. ¿Estamos juntos? ¿Vamos a volver? ¿Quiero volver con él? ¿ Quiero volver a Copenhague? y así continúan las preguntas existenciales aumentando en grado y magnitud. Por suerte el monje solo me pidió el nombre sin más preguntas, así que todo el resto solo estaba en mi mente.
Me pide una donación para él y su familia. Me dice que hace un tiempo ya vivían aquí y cuidaban del templo. Me pone un pequeño sello de polvo rojo con forma de minitridente en la frente. Es el símbolo de Shiva. Hace mucho quería un tercer ojo, un Bindi. Le pregunté qué significaba.
–Significa la reverencia hacia tu propia alma. Es un símbolo de protección espiritual, de sabiduría y de confianza en los dioses. También representa la apertura de la intuición y el ir más allá del Ego. Cada vez que uno entra a un templo te ponen esta “marca”. La forma y los colores de la inscripción van variando según el templo y al Dios que represente. A veces también le suman un grano de arroz colocado con algo de presión para que se te quede lo suficientemente pegado en el medio del entrecejo. Entonces uno puede rápidamente saber quien va al templo todas las mañanas y quien no. Es curioso, pero tu mirada cambia y te sientes distinto, como si te hicieras más santo y más conectado solo por el hecho de llevarlo. Como si te recordará que hay algo más allá de vos mismo y tu propia mente. Me quedo sentada mirando a la diosa que estaba en el altar. Era como una muñeca de porcelana. -¿Quien es?- Le pregunto quién es. - Mother Ganga - Madre Ganga, me contesta. Ganga le dicen al río Ganges, el río sagrado que atraviesa todo India. Mi mente lo interpreta algo así como la madre naturaleza, Madre Río. Puedo sentirla. Tiene más significado para mí que un Dios hindú al cual todavía no conozco bien. Ella representa al río que da vida, pienso que quizás ella puede ser mi inspiración en las meditaciones.
Al salir, me miro en un espejo roto de por ahí lleno de gatitos alrededor y me veo, por primera vez en India contenta, pacífica, fluyendo. Me gusto a mi misma. Me saco una foto en el espejo, la primera foto que me saqué desde que llegué acá hace más de una semana. Sonrío con mi bindi en la frente, mi camisa roja a cuadrille y mi nueva riñonera hippie que me acompaña a todos lados. –Lo estás haciendo bien- me digo a mi misma.- Solo continúa.

Me siento a meditar al lado de una vaca negra tallada en piedra.
-Es el transporte del Dios Shiva- me dice el monje. Shiva es uno de los dioses más importantes de la Trinidad Hindú junto con Vishnu y Brahma. En relación a la creación y mantención del Universo, Shiva tiene el papel del destructor: destructor en sentido de regeneración, renacimiento y profunda transformación. Shiva es considerado el primer Yogui, así qué es el dios del Yoga por excelencia y representa la meditación y la verdadera búsqueda espiritual.
Junto a la vaca hay una escultura un poco particular, que es como una fuente con una especie de cilindro alargado sobre el. Muchos dicen que es una vagina junto al pene de Shiva representando la unión de la energía masculina y femenina- Shiva y Shakti- . Algunos otros se agarran la cara gritando blasfemia. El símbolo se llama Lingam y también se lo asocia con la energía creadora y regeneradora del universo que Shiva representa. Tanto éste como la vaca son símbolos del Dios y están por todos lados.
El monje me presenta a su mujer, que desde la ventana estaba mirando todo, sonriendo expectante para decir “hola” y saludarme. Los indios son muy sociables -a veces en exceso-, pero siempre amables y más que dispuestos para ayudar en lo que necesites e interesados por nosotros “los extraños” que llegamos a su casa desde tierras lejanas.
– ¿What are you doing in India? ( ¿Qué estás haciendo acá? )- me preguntó.
Les encanta saber de dónde somos y por qué venimos. Les encanta sacarnos fotos cuando se dan cuenta de las marcas de las diferencias culturales y físicas. Igual que nosotros cuando los vemos a ellos y queremos retratarlo todo en una buena foto. Solo que ellos lo preguntaban abiertamente y sin pudor. Nosotros lo hacemos a escondidas y sin preguntar. A mi me encanta saber de ellos también y poder charlar sin sentirme un tesoro lleno de monedas de oro que en claramente no poseo. Así que charlamos un poco y me contó de el y de su familia.
Este lugar tiene una vibración particular, empiezo a sentir algo. ¿ Será paz? Me da una flor para que se la ofrezca al Ganga. – ¡Definitivamente!- pienso-. Este era el día para hacer el bautismo sagrado en el Ganga, lo que todos- tanto locales como turistas- vienen a hacer a Rishikesh buscando la purificación. Lo venía esperando mucho pero no lo venía sintiendo. Ahora tenía la excusa perfecta, iba a ir a dejar mi flor.

Esto de las ofrendas a mi alma le encanta. Uno tiene muchas oportunidades para pedir deseos y también para preguntarse qué mierda está deseando y porque. Todo es sagrado acá, hay simbolismos y momentos-pausa para todo. Como para no volverte más espiritual en India.
Bajo al río atravesando las vacas que descansaban en la arena y busco un lugar entre medio de una rocas. Entro a río a modo indio, vestida con pantalón largo y remera. Me sumerjo tres veces en el agua como hacen ellos y le pido ayuda a Ganga Má para encontrar mi propósito y para encontrar lo que vine a buscar – que aún no puedo configurar bien que es- pero lo necesito ya. Le pido entendimiento y la paz que necesito para este proceso.
Las cosas van llegando, cuando tienen que llegar. Ni antes ni después. Hoy había empezado a llegar algo a mí. –Ofrécele todo al Ganga y pedíle ayuda- me dijo Akash en el paseo en moto. Hoy fue un día especial. Sentí una energía diferente. Pude meditar. Sentí algo de calma en medio de mi mente inquieta y la ansiedad que me torturaba hace meses. Camine con la frente alta, con mi tridente rojo en el entrecejo sintiéndome una más de India y una sensación extraña de "casa". Estaba atravesando la tormenta, poco a poco, como decía Kaare. Hacía una semana que no fumo, que por supuesto tampoco tomo alcohol y que deje de comer carne por completo. Mi cuerpo quiere empezar a limpiarse de alguna manera. Yo estoy tratando de ayudarlo.

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